Y huele a ascenso porque hace un par de meses el equipo olotense culminó su gran temporada regresando a Segunda B tras superar al Sporting B.
En Olot existe un dicho: «Si no plou a Olot, no plou enlloc (Si no llueve en Olot, no llueve en ningún lugar)». Está empezando a llover.
Nuevamente un estadio muy amplio. Con unas vistas preciosas. Aquí juega el Olot desde 1954, aunque no se inauguró oficialmente hasta 1965.
La estructura del estadio recuerda bastante al Ciudad de Tudela. Fondos amplios en semicírculo, gradas bajas, tribuna principal cubierta…
Tres temporadas ha pasado hasta este año la Unió Esportiva Olot en Segunda B. Su anterior ascenso fue el histórico 5-1 a la Arandina.
Accedemos al campo sin mayor problema. Un par de saludos como si vinieses todos los días y al terreno. Desde él disfrutamos de la torreta.
La tribuna es un disfrute para los ojos de cualquier amante del infrafútbol. Ese cemento. Esa numeración. Esa entrada a vestuarios…
La zona VIP en tribuna cuenta con asientos de bar. Estamos como en casa. Apetece pedir una cerveza.
El detalle de forrar este pivote con hierba artificial en claro homenaje al fútbol moderno no debe pasar desapercibido.
Por cierto, este detalle es muy Vallecas.
La última vez que alguien miró a este switch dijo «Bah, déjalo así».
El Estadio cuenta con un bonito detalle. Un mural que conmemora la fundación del Olot homenajeando a presidentes, aficionados, jugadores…
Walter White cocinando en La Garrotxa. Es del Olot. Jesse del Figueres.
Tribunas de cemento armado. De las que ya no se hacen. Vistas a la Garrotxa. Cielos encapotados. Olot solo podría mejorar a base de patatas.
El terreno sufre los avatares del verano, pero se mantiene aún en un estado casi perfecto. Qué verde. Nuevamente apetece tirar un balón.
La amplitud del campo es tal que en 2015 pasó de un 101×60 a un 105×68. Y aún les sobra bastante terreno. Esto es Olot.
Y esta es la primera parada en el camino. En unos minutos volveremos a la carretera. Mientras tanto saborearemos Olot.